martes, 1 de septiembre de 2015

Desde abajo

La  casa esta  opaca, el living  es muy amplio con techo alto y enormes ventanales que dan al jardín, el cielo se ve  gris, los arboles están desnudos   sus hojas amarillas visten el suelo,  se siente vacío frío y una suave ráfaga de aire que toca mi nariz huele a humedad, hay  varias personas sentadas en los radiantes sillones blancos, apoyando sus tasas en la mesa ratona y yo en el corralito.

Logré pararme agarrándome de la fina soga  que me separa  de los adultos, mis dedos se entrelazaron fuertemente, la soga no podía respirar, y ahí quedé intacto, mis ojos se agrandaron ,casi ni parpadean y con solo 50 cm de altura observo, ellos toman el té, hay  un hombre y  dos señoras,  recorrí el rostro de cada uno de ellos, los peinados están fijos, los ceños se fruncen, los ojos se agrandan y achican, las bocas no dejan de expresar su asombro  y conversan, las voces todas juntas suben y bajan, quejas ruidos, gritos la verdad  yo no entiendo  mucho,  pero  el ambiente está invadido por  olor a preocupación, la atmósfera está muy densa.


Mis dedos se fueron relajando, uno a uno, hasta que me solté, la soga respiró y yo me  desplomé en el colchón, como cuando un fruto cae de su árbol, por la  fuerza de la gravedad y la necesidad de no escuchar, y allí están mis juguetes, por fin silencio, por fin me encontré con el alivio. La paz se siente  acá abajo.

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