La casa esta opaca, el living es muy amplio con techo alto y enormes
ventanales que dan al jardín, el cielo se ve gris, los arboles están desnudos sus hojas amarillas visten el suelo, se siente vacío frío y una suave ráfaga de
aire que toca mi nariz huele a humedad, hay varias personas sentadas en los radiantes
sillones blancos, apoyando sus tasas en la mesa ratona y yo en el corralito.
Logré pararme agarrándome de la fina soga que me separa de los adultos, mis dedos se entrelazaron
fuertemente, la soga no podía respirar, y ahí quedé intacto, mis ojos se
agrandaron ,casi ni parpadean y con solo 50 cm de altura observo, ellos toman
el té, hay un hombre y dos señoras,
recorrí el rostro de cada uno de ellos, los peinados están fijos, los ceños se fruncen, los ojos se agrandan y achican, las bocas no dejan de
expresar su asombro y conversan, las
voces todas juntas suben y bajan, quejas ruidos, gritos la verdad yo no entiendo mucho, pero
el ambiente está invadido por olor a preocupación, la atmósfera está muy
densa.
Mis dedos se fueron relajando, uno a uno, hasta que me solté,
la soga respiró y yo me desplomé en el colchón,
como cuando un fruto cae de su árbol, por la fuerza de la gravedad y la necesidad de no
escuchar, y allí están mis juguetes, por fin silencio, por fin me encontré con
el alivio. La paz se siente acá abajo.
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