martes, 28 de febrero de 2017

El ocaso de la esperanza: una joven argentina desencantada

Para que nazca un nuevo País, su vieja política debe ser sentenciada al oblivion.

Durante mucho tiempo me sentí ajena a todo lo que pasaba a mi al rededor en la Argentina, quizás por inmadurez, falta de interés o egoísmo no lo sé.

Pero hace un tiempo, sobre todo cuando me inserté en el ámbito laboral, comencé a dejar de sentirme ajena a todo lo que pasaba en la sociedad.

En principio con todas las fuerzas me metí en la lucha por mi País, desde mi lugar aportando mi punto de vista, luchando por expresar opiniones y viendo como aportar algo para que mejoremos como sociedad.

De a poco empecé a ver otra cara, el manejo de los políticos, intereses personales, el funcionamiento de los gremios y la actitud de cada argentino en particular.

Empecé a indignarme y expresar mi desacuerdo con todos las orientaciones políticas (las veía a todas sucias), ahí recibí muchas críticas, sobre todo me decían que si no tenía un ideal, nunca iba a hacer nada por el País. Pero yo insistía en que un ideal condiciona, cega, te envuelve.

Las últimas elecciones en Argentina fueron muy conventilleras, mucha agresión pero por sobre todo, dividió aún más a los argentinos, generando violencia que hasta el momento nunca había visto (¿eso queremos para nuestro País? el ejemplo lo es todo).

Luego de eso tuve que tomarme un descanso mental por decirlo de alguna manera, ya ni sabía lo que pensaba, leyendo tantas cosas tan opuestas pero que se disfrazaban de verdad.

Cada vez estoy más convencida que una ideología política es peligrosa. Una persona que se deja envolver por una ideología política, termina cayendo en la ignorancia, en la no flexibilidad.

Y sin flexibilidad, nunca vamos a avanzar como País. El mundo evoluciona y nosotros tenemos que ser flexibles al cambio para evolucionar como sociedad y encajar en lo nuevo. Esta claro que teorías viejas, en un mundo moderno no funcionan.

Vamos a un claro ejemplo, hoy hay lucha de docentes en la Argentina, una persona que hoy está con el gobierno actual crítica a los docentes por parar, la misma persona que hace dos año atrás los apoyaba por ir en contra del Kirchnerismo. Entonces que criterio tiene esa persona, a dónde vamos a llegar cómo País si mucha gente actúa dejándose envolver por el orgullo de pertenecer a un partido político.

Por otro lado, personas que cambian directamente de ideal político por conveniencia y seguir teniendo su puesto en el gobierno. Lo escuche con mis propios oídos (Dónde vamos a llegar como País y sociedad si tenemos gente así).

Luego comencé un viaje dejando atrás Argentina.

Viajar es parte de un desarrollo personal, pero también, busco enterarme de la política, lo social, como vive la gente, tratando de entender un poco, pero no porque quiera entender a ese País en sí, sino porque quiero entender que es lo que pasa en Argentina.


Estuve en Europa, en Francia y España a grandes rasgos y salvando las diferencias, me encontré con cuestiones similares a Argentina, una sociedad cansada y desbastada por la corrupción y el robo de los políticos, elecciones, un gobierno de derecha y uno de izquierda dividiendo a la sociedad.

En España, 6 meses sin gobierno, la sociedad dividida a la mitad (o casualidad), por un lado el gobierno actual y por otro un nuevo gobierno prometiendo EL CAMBIO , “podemos” (casualidad?), y por otro lado un Rey que no se moja las manos por ninguno.

Al mismo tiempo que en EEUU se escuchaba la voz de la asunción de Trump.


También hablé con personas de otros países, dónde todo funciona a la perfección, pero tampoco están conformes.

Después me vine a Tailandia un país con monarquía y altamente influenciado por la religión budista. Por lo que puedo entender y ver, las personas están unidas (en su mayoría) tanto política como religiosamente, la gente es feliz, y ellos son todos hermanos, nadie pasa hambre! Son personas que no tienen demasiada ambición de mejorar, viven de una manera precaria, y están conformes con eso, no luchan por mejorar.

Hoy me surge otra vez la necesidad de involucrarme en los conflictos de Argentina y me siento sin esperanzas, quiero contribuir con mi grano de arena pero no sé cómo.

Mi desánimo viene por no entender, no saber que buscamos, y está claro que si no sabemos que buscamos y seguimos basándonos en: los propios intereses, cada uno defendiendo una ideología política olvidándose de sus criterios, robos, corrupción, violencia, todos sabemos que hay detrás de los gremios pero no hacemos nada, todos sabemos que hay detrás de los políticos pero no hacemos nada, así no vamos a llegar lejos.

Mientras nosotros pasamos tiempo debatiendo por las redes sociales el gobierno se nos caga de risa y sigue afanando.

Mientras decidimos sí hacer o no hacer paro docente, el gremio está tranzando con el gobierno.

No entiendo que buscamos como País, desde que tengo uso de razón hasta ahora, veo los mismo comportamientos y los mismo resultados. 

Pasamos por muchos gobiernos, pero los docentes siguen en la misma lucha, los hospitales siempre se cayeron a pedazos, la gente nunca llegó, ni llega y si seguimos así ni va a llegar a fin de mes, la inseguridad aumentó, la pobreza aumentó (todo esto suena en mi cabeza desde que soy chica).

Es tiempo de pensar en cambiar, en que éste modelo no sirve más. 

Cuando los médicos hacen paro, las personas se quejan porque no hay atención en los hospitales (imagino que algún docente se debe quejar), cuando hacen paro los docentes, los padres de los alumnos se quejan (imagino que puede haber algún médico padre de algún alumno en la queja), cuando los trabajadores cortan las calles , otros argentinos se quejan. Cuando la farmacia corta el PAMI se quejan los abuelos. Con esta des-union y esta falta de apoyo lejos no vamos a llegar seguro.

Los mejores resultados al menos lo que he visto, llegan desde la unión.

Si miramos el mundo hace 50 años, no tiene nada que ver con el mundo de ahora, ahora hay otras herramientas, otras mentalidades, otras necesidades, aprovechemosnos de eso para aplicarlo en este momento.

Yo considero que la política se tiene que modernizar, la vieja política ya no va más en un mundo que cambió tanto. 
No podemos seguir hablando de política acorde a lo que fuimos programados por el pasado.

Tenemos que aprovechar positivamente este gran cambio de paradigma, y utilizarlo para mejorar la política actual (que ya caducó). 
Hay que pensar en el presente, no en lo que fue hace un siglo atrás.

Es necesario un sistema político, en dónde la mayor participación la tenga el pueblo la gente, ya que somos nosotros los principales interesados en que la Argentina funcione bien.

Tenemos que ser nosotros quienes controlamos a los políticos y no al revés.

Tenemos que participar nosotros en la sanción de leyes para que dejen de votar leyes que sólo favorece a los gobernantes.

Tenemos que terminar con esta falsa democracia.


Siempre escucho “los jóvenes son el futuro del País” pero las mismas personas que dicen eso, al mismo tiempo están diciendo que nosotros no vivimos tal o cual época, y que somos muy jóvenes para entender tal situación. Entonces nos cohíben.

Los jóvenes somos ahora, no se puede ser y haber sido como me dijo una sabia persona.

Tenemos otros puntos de vista, otra educación otra crianza. No podemos querer hacer algo con teorías que no vivimos y que tienen años y años de antigüedad, eso no sirve.

Me genera desesperanza querer hacer algo por mi País, pero no saber qué.

Soy una joven que quiere ver una sociedad contenta, pero no entiende que buscamos y hasta no descifrar eso, creo que no podemos avanzar.

Estamos envueltos en una lucha entre nosotros, sin salida.






miércoles, 22 de febrero de 2017

“De chatarras y tesoros”. La chacarita de Oyhamburu.

La chacarita al principio era un buen negocio, imaginate que el heladero venía y se paraba en la puerta, pero los fierros siempre van a existir y los usados son mejores. Muchos chicos venían a vender diarios, botellas y cartones, yo les decía que eran cirujas y no sabés cómo miraban la balanza. Mi papá murió trabajando en la chacarita, pero yo decidí cerrarla le dice Carlos Oyhamburu a Bernarda quien lo escucha muy atenta”.
Cada pista es una pincelada de ilusión, luego un fantasma bañado en curiosidad ingresa dentro de un niño, y cuando el niño encuentra algo luego de darle libre albedrío a su imaginación lo convierte en un preciado tesoro.
A las 12 del mediodía desde las calles de Chacabuco se sentía el sonido de una ciudad en movimiento, bocinas, chicos volviendo de la escuela, adultos saliendo de trabajar, amas de casa corriendo a la despensa del barrio, todos con ganas de llegar a casa para almorzar . El caos de a poco se apaciguaba, el sonido se iba disipando hasta convertirse en un verdadero vacío y sólo se escuchaba el silencio de las calles desérticas: comenzaba la hora de la siesta.
A Bernarda se le hacían eternas.
Ella sabía que José llegaba a las 14.30 pero su ansiedad le ganaba y un rato antes se colgaba de la ventana esperando que ese lugar pegado a su casa, donde ella jugaba a la búsqueda del tesoro, abriera sus puertas.
No sólo ella se dejaba envolver por su ansiedad, por la ventana también se veía la bicicleta cargada de cartones y botellas con varios perros galgos a su alrededor, era pita que estaba esperando lo mismo que Bernarda. 
Llegada la hora, veía que esas dos chapas rojas y altas dejaban caer su candado gigante y comenzaban a deslizarse dejando a la vista su lugar preferido: la chacarita de Oyhamburu, él nació en Cucha Cucha, a los dos años se fue a vivir a Salto, y allí fue su primer contacto con los fierros “las primeras palabras de todos los nenes son mamá y papá, la mía fue fierro” dice Oyhamburo orgulloso.
El padre de Carlos fue a trabajar con su abuelo, quien tenía chacarita desde 1800 y largos, según Carlos recuerda.
En 1969 Oyhamburu vuelve a Chacabuco y le compró la chacarita a Fanuce su tío.
Bernarda la descubrió por 1990, cuando la mayoría de los niños tenía que usar su imaginación para crear sus propios juegos. 
A veces jugaba a ser una exploradora, en medio de tantos tesoros buscando elementos para poder construir su casita del árbol, o el auto de los pica piedras. Y otras junto a sus hermanos y vecinos caminaban la manzana completa recolectando diarios y botellas. Sabían que Sonia aquella señora que vivió sola toda su vida tenía unos pocos diarios, pero al contrario Domingo un hombre, elegante, alto, y de pelo blanco siempre los sorprendía con una pila enorme. Los mismos que muchas noches jugando al “ring raje” los molestaban, al otro día se colocaban su mejor disfraz de inocentes para ir a mendigar diarios y botellas.
Cuando terminaban el recorrido, si la colecta no había sido suficiente, la travesura se apoderaba de ellos cuando llenaban alguna que otra botella con tierra o ponían una baldosa entre los diarios, ilusionados de que José no se diera cuenta.
Luego con toda su fortuna iban a la chacharita de Oyhamburu, arrastrando todo por un largo tramo de tierra, y llegaban a la tan esperada balanza, una balanza que se imponía frente a los niños mostrando su edad través del óxido, ellos se ubicaban en semicírculo todos alrededor de la balanza así como un ritual, expectantes de cuantas pesas colocaba José. Terminada la ceremonia José les daba anotado en un papel cortado a mano y con algo de tierra el peso de lo que habían llevado, ese papel que reemplazaba todo ese bulto de diarios y botellas y que en instantes se convertiría en monedas. Todos salían corriendo hacia la casa de Oyhamburu, golpeaban las manos y esperaban inquietos que él saliera, el tiempo en qué el agarraba el papel, lo leía y metía suavemente la mano en su amplio bolsillo del jeans buscando las monedas se hacía eterno. Sale con la palma abierta y muchas monedas, y con la otra mano Oyhamburu seleccionaba lo que les correspondía a los chicos, ese sonido del choque de monedas que salía del bolsillo de él llegaba a los niños con olor a golosinas y tortas negras.
Y así transcurría la niñez de Bernarda, entre bombuchas y manzanobas, rayuelas, payanas y el elástico.

Un día rumores no tan lindos comenzaban a rondar por el barrio, con un olor bastante amargo, pero a pesar de eso, y de que Bernarda ya no era una niña, seguía visitando la chacarita.
Los juegos iban cambiando, del “verdad consecuencia” adentro de los fititos abandonados, pasó a restaurar una bicicleta, y cuando se le ocurría una loca idea solo bastaba con atravesar los no tan grandes portones rojos, y que Oyamburu le diga “buscá lo que quieras, tomate todo tu tiempo y llevalo tranquila”
Pero aquel 25 de octubre de 2014 los rumores se materializaron, Bernarda estaba llegando a su casa y vio un movimiento extraño en la cuadra, autos y gente que entraba y salía de la chacarita. 
Levantó la mirada y caminó hacia adelante, pero había algo que la tiraba para atrás. Bernarda se paró mirando el portón rojo y había un palo negro y alto, lo recorrió con la mirada y en la punta se encontró con una bandera roja flameando. Se quedó en silencio y meditabunda tratando de encontrarle una explicación, hasta que llegó a sus oídos una voz gruesa que decía..” 100, 200, 200 a la una, 200 a las dos, cerramos en 200, tengo 300, quien da más, cerramos en 300, 300 a la una, a las 2 a la tres adjudicado al señor”.
Bernarda cierra los ojos y comienza a viajar al pasado, recordando todo lo que vivió ahí adentro. Al rato los abre y siente como si estarían rematando parte de su niñez. Se quedó intacta con la voz del martillero de fondo y viendo el sendero de cada persona que salía con algo.
El sol se escondió, la gente desapareció y se encontró ella sola con la chacarita vacía, cuando levanta la mirada, Pita se va llevando a tiro su bicicleta cargada, con sus fieles amigos y exclamando con enojo, “a Oyhamburu no le van a rematar nada”.
La melancolía insistía en apoderarse de ella, pero luego de un rato de soledad, Bernarda entendió que los recuerdos nadie se los podía extirpar, que no hacía falta tener la chacarita llena, solo con cerrar los ojos y recurrir a sus sentidos podía viajar a su niñez las veces que quisiera.
Bernarda luego de escuchar muy atenta a Oyhamburu se despide agradeciéndole sus palabras, y él la sorprende llevándola a un galpón, donde vuelve a sentir ese olor a oxido y tierra y se elije su ultimo tesoro que guarda con mucho amor.









martes, 31 de mayo de 2016

Un instante

   Doy vuelta para el lado derecho y luego para el izquierdo. Estiro una pierna y la cama está fría. Mis ojos cerrados, pero mis pensamientos insomnes.
En este instante;

          …estoy sin poder dormir como otras personas, pero quizás por distintos motivos. También debe haber algunas en pleno sueño.

Seguro hay gente llorando, riendo y otros anestesiados.
Algunos llenos de miedo. Y quienes están tranquilos
Hay  parejas durmiendo en la misma cama, pero a un abismo. Y otras a kilómetros de distancia durmiendo juntos. Algunos están haciendo el amor y otros masturbándose. También quienes están preocupados por su frigidez y otros tantos estallando de risa tras gritar un orgasmo.
 Algunos estarán de fiesta. Otros en velorios.
Personas que elijen trabajar de noche. Porque no les queda otra o para no dormir en esa cama.
En este mismo instante también puede haber parejas conversando para llegar a un acuerdo, otras callando para no acordar.
Gente comiendo, otros vomitando. Unos durmiendo en la calle. Otros en sus camas tapados.
Están los que viven livianos, flotando. Y los que se encuentran aplastados en la tierra de tanto peso.
Algunos en el hospital. Otros rezando.
Personas gritando, otras escuchando y algunas sordas.
Los que postergan y los ansiosos. Los que mienten y los que se la creen.
Están los que liberan de más y los que tragan. Los que viven proyectando y los que cumplen todo a la perfección.
En este instante unos pueden estar bailando y otros postrados.
Están quienes se envuelven en la excusa esperando que Dios provea. Y los que no creen en dios y hacen lo imposible.
Los que lucran con las miserias de los demás.  Algunos esperan algo que nunca va a llegar.
Los perseverantes y los que dejan todo en las manos de Dios.
Están los que viven para no morir.  Los que viven por vivir. Y también  los que disfrutan porque saben que se van a morir.
Algunos cumpliendo años y otros en la cuenta regresiva.
En este instante hay personas suicidándose y están las que le tienen miedo a la muerte.
 Los que se acuestan en el rio y se dejan fluir. Y los que van en contra de la corriente.
Hombres y mujeres hipócritas que dicen lo que no hacen, para aliviarse a través de las palabras.
Seres golpeadores y seres sumisos.
Los que buscan la felicidad, los que no la quieren y los que creen que la encontraron.
Existen individuos que no se dan cuenta de nada, y están los que se avivan por demás.
Hay personas enroscadas entre pensamientos, otras contracturadas y las fóbicas.
Están los libres y los que temen.
Los que se entregan al amor, y los que el amor los entrega.
Algunos se regocijan en el deja vu de lo que va a venir, a otros les da pánico.
Individuos reprimidos, otros excéntricos.
En este instante;
Algunos se están casando otros divorciando. Algunos se están conociendo y otros se conocen cada vez menos. Están los que creen conocerse y los que se encuentran con un conocido desconocido.
Hay gente que se entiende con una mirada y están los ciegos.
Los que se tocan y se olvidan de todo. Y los que se dejan de tocar para olvidarse. Seres que perdieron el tacto y los que nunca lo tuvieron.
Los que disfrutan y los culposos.
Personas que se olvidan para sanar. Y las que no se enferman porque se olvidan.
Hay locos, hay cuerdos hay enamorados
Están los negadores por excelencia para no sufrir, los realistas, los optimistas y los pesimistas.
Hay personas dándose un beso y otras escupiéndose.
Los que hacen y deshacen. Y los que por orgullo padecen.
Hay víctimas de la prostitución,  están los que escuchan voces, los que roban y los que no se enteran de nada.
Los niños niños y los niños adultos
Todos bajo la misma luna.
En el mismo planeta.
Iluminados por el mismo sol.
Todos esclavos de nuestra historia, historias cruzadas que no se tocan pero algunas están enredadas.
Todo en el mismo instante…
      
               ... y así de relativo es el tiempo.


Puedo pasar por una situación durante muchos instantes. O en un instante por varias situaciones…



jueves, 19 de mayo de 2016

Fortuna

Para el jardinero es mala hierba;
crece silvestre, en lugares no deseados.
Sus raíces débiles aferradas a la tierra, titubean libertad.
Su semilla germina como la luz, desparramándose con el viento, sin prejuicios ni tabúes.
Su tallo erecto lo mantiene vivo. Canal de digestión.
No necesita agua ni amor.
Moldeable a la adaptación divina,
se adecua a cualquier estación.
Infinitos aparecen en mi camino con sus tres folíolos, esperanza, fe y amor.
Unos pocos mutantes tienen 4, al que se le suma la suerte.
Particularidad frente a tanta igualdad.
Este es el del buen augurio, sobre todo si se encuentra al azar.
El trébol, mi talismán.
Sus hojas danzan en armonía con la luna, que flotando maneja las mareas.
Esperanza etérea.
Espolvoreado con esmeralda dorada
Difícil de encontrar,

pero la pérdida es fugaz en la multitud homogénea.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Un lugar dónde el tiempo pasa más lento…

Don Santos Turra, vivía en Purranque (Chile), cuando allá por 1899 decide salir en busca de tierra para establecerse.
Una búsqueda que terminó en el valle de “El Manso”, con su esposa doña Victoria Gallardo y un hijo José Santos.
“Vinimos sin nada, estuvimos solos en el valle durante 10 años”
En 1900 tanto Argentina como Chile, se encontraban en un proceso de consolidación de los estados nacionales y buscaban ampliar el territorio. Una disputa que logró resolverse en los pactos de mayo de 1902.
Don Santos Turra, creía y deseaba encontrarse en territorio chileno, pero más tarde de su establecimiento en “El Manso”, se enteró que se había establecido del lado argentino.
Se dedicaban especialmente a la agricultura, la cría de animales y al trabajo con madera a pequeña escala.
Las mujeres principalmente a la huerta. Y muchas veces los hombres se iban a trabajar al Bolsón o a Cholila y volvían al valle con animales.
 “En 1905, una de esas veces que Don Santos Turra se fue en busca de trabajo, se desató un incendio en El León (Chile), que rápidamente llegó a “El Manso”. Victoria Gallardo,  con 3 hijos dos nenes y una nena de 6 meses estaban allí. Llevaron toda su ropa y colchones a un arroyo de 5 metros de profundidad. Victoria tomó un banco y un balde y se fue con los niños a una plantación de papas. Mojaba los cueros en el balde y mantenía húmedo a los niños para que no se quemaran. Palos prendidos fuego pasaban por encima de ellos. Cuando los niños se quejaron de hambre, intentó agarrar papas, y el carbón junto con la desilusión se filtró entre los dedos de Doña Victoria. Comenzó una tormenta que terminó con el incendio, cuando fueron en búsqueda de sus colchones el arroyo estaba seco, y quedaban los vestigios de aquella ropa.  El milagro fue qué los 4 se salvaron, su madre quedó con algunas quemaduras, y posteriormente la niña de 6 meses fue sordo muda, que puede haber sido consecuencia del humo que respiraron.
En este incendio, la familia perdió todo. Hicieron una choza de madera quemada y piedras, para refugiarse esperando la vuelta de Don Santos que estaba en los Repollos trabajando, cuando llega al Valle cabizbajo espera encontrar a su familia sin vida. Por fortuna no fue así.”

En 1912 hubo otro incendio, no fue tan fuerte, y con la experiencia vivida, los Turra salvaron su casa.

En 1917 nace Audolia, que hoy con 98 años, está en el Manso para relatar la historia de su padre (el pionero del lugar).
Audolia, con una Carelli de fondo, me relató el incendio vivido por su familia y me cuenta que…
…”Toda su familia es longeva. Su abuela vivió hasta los 107 años. Su secreto es comer sano y trabajar.
Trabajó desde los 7 años, pero era casi un juego.
-Nos poníamos las arvejas en los bolsillos y salíamos al campo. Todo lo que comíamos era propio, hasta la harina hacíamos.  Solo comprábamos arroz, azúcar y sal.  
-No es como ahora, que toman cosas para no tener hijos, antes era lo que la naturaleza te daba. (Por eso teníamos muchos hijos, dice entre risas)
Y para dar a luz se ayudaban entre las mujeres del valle.
-Yo tuve la primer Carelli de El Manso en el 55, cruzamos el río en bote y luego con maderas debajo de la cocina y los bueyes la trajimos a casa. Antes de eso se cocinaba todo en el fogón."
Otra Carelli que da que hablar.
Y me cuenta que, para salir del lugar, debían cruzar el río Manso. Pasaron de tener solo caballos con carros, a cruzar el río en bote, que luego una crecida se lo llevó. Más adelante se modernizaron con una roldana que posteriormente se reemplazó con una pasarela, también víctima de una crecida del río.
Hoy hay una pasarela, que se puede cruzar, en moto, bici, o caminando.
Se movían a caballo con cargueros. Para proveerse de mercadería viajaban a Bariloche (60km) y el viaje podía durar entre 4 o 5 días.
Hoy en día siguen viviendo de la agricultura y animales, las mujeres se siguen dedicando a la huerta y para proveerse de mercadería viajan a Bariloche o el Bolsón. Un lugar donde el tiempo avanzó lentamente.
En 1936 lo declaran Parque Nacional Nahuel Huapi. La familia de Santos Turra quedó en el lugar, ya que se habían establecido anteriormente.  Ya no permiten pobladores nuevos y los controles son estrictos.
Ubicación:
Valle del río Manso
Al suroeste de la provincia de Río Negro. Entre Bariloche y el Bolsón


Este valle recorre en territorio argentino los últimos 40 km del río Manso cuyo cauce desemboca en el océano pacífico atravesando la Cordillera de los Andes. 
Río Manso

El valle de El Manso

Trabajo realizados tiempo atrás
Juntada de avena 2016 (el tiempo pasó lento)

Juntada de avena (aproximadamente 40 años atrás)
                                   

Campo de Audolia

Arvejas de la huerta

Arvejas de la huerta

Atardecer Río Manso

Audolia, la Carelli y yo....
Carro utilizado anteriormente




Viajando a través de Haroldo Conti

Los enigmáticos caminos de tierra, hace algún tiempo llamaron mi atención. 
Curiosidad por sumergirme en los interminables tramos polvorientos.
A los costados; yuyos, árboles, cañas, lejos de la prolijidad de la soja. También, quintas, campos, ranchos, silos.
Rodando comencé a recorrer, pulverizada por la tierra suelta. Esquivando pozos. 
Atravesé la intransitable ruta 7 y penetré la sombra del camino, llegando a Membrillar. 

Derecho sobre la Avenida Miguel Máximo Gil y atravesando el tiro federal, llegué a la curva de Coliqueo.
Viajando a mi infancia tomé la calle Buenos Aires al fondo y llegué a la Cañada de los Peludos. 
Di la vuelta de Fancio y algún que otro recorrido, atravesando molinos, campos con historias. Viejas historias. 
Siempre me llamó la atención el camino ancho a Bragado, de a poco me fui amigando. 

Un día tomé la avenida Colón, pasé la madreselva (“…esa infinita tristeza que se enrosca por dentro como una madreselva y en días así, justo, asoma sus floridas puntas por las orejas y la nariz y los ojos…” H. Conti) y llegué hasta el camino. 
Frené y lo observé, un camino bañado en tierra, con huellas de antaño con miles de historias atravesadas. 
Te vas a dar cuenta, porque vas a cruzar un camino ancho, me decían por ahí.
Otro día volví a animarme, ya sabía que atravesando la madreselva los mismos perros, me iban a correr ladrando mis talones que lograban la máxima velocidad. 

Hice un tramo y ya era suficiente por el día. Pero en mi cabeza seguía rodando la curiosidad por aquel camino, que fue asfaltado varias veces, pero el asfalto nunca llegó. 
Y otro día un poco más, llegue hasta un puente (no el del río Salado), un río más chico, el río de los peludos…y de ahí no avancé más.
La idea de ir a Bragado en bicicleta giró en mi cabeza bastante. 

El camino ancho a Bragado enseguida me hizo viajar hacia Haroldo Conti, escritor oriundo de Chacabuco, que vivió mucho de su infancia y relata en sus cuentos acerca de ese mismo camino.


“…cierro los ojos y veo ese largo camino polvoriento del verano que se extiende hasta el horizonte como un río seco bajo el sol. Es el camino de tierra entre Chacabuco y Bragado, ese mismo, semejante a una áspera corteza de árbol viejo con tantos y tantos surcos…” H. Conti.

Viajé con Haroldo, a través de la “Balada del álamo carolina”, y “Las 12 a Bragado”. Enseguida me surgió la curiosidad por saber si el árbol, ese árbol viejo como decía Haroldo, seguía dando sombra.
Pregunté si el árbol seguía ahí y la sorpresa fue que la respuesta fue positiva, sólo me quedaba juntar coraje y llegar, para poder tomar una foto. 

Y la otra sorpresa es que mi abuela tuvo la misma curiosidad, con la diferencia que con su destreza fue a plasmarlo en un lienzo.
Revuelta en emociones, sigo entrenando, para “las doce a Bragado”. No la carrera, solo llegar., p
asar por el álamo carolina y poder tomar una foto.


Curiosa por Haroldo, me encuentro en un reportaje con dichos como;


“La vida es una especie de borrador, que uno nunca termina de pasarlo en limpio”


“He preferido un viaje, o mandarme a mudar o una aventura, al dinero o a tantos otros beneficios”


“Uno es historia, ¿Qué hay para adelante? Caminos…


Y llegó el día, la bicicleta está cargada y lista para partir a Bragado. 
Doy el primer pedaleo y la cabeza va más rápido, mi cuerpo lleno de emociones. 
Tomo las pocas calles de asfalto que puedo recorrer, y comienza la tierra. Otra vez polvo. Otra vez pozos. 
Pedaleo, pienso, observo. 
Pasa un vehículo, me envuelve en una nube de tierra, los ojos lloran, respiro tierra y la garganta se seca, queda rasposa.
Mientras las ruedas escupen piedras, la bicicleta sigue avanzando al compás de los pájaros. 

Las vacas haraganas, me clavan la mirada. Esa mirada que de noche, se convierte en luciérnagas estáticas.
El sol me persigue, marcando el camino, pero los árboles atrevidos se meten delante de él, plasmando su silueta granulada entre la tierra, haciendo el camino menos caluroso.
Una suave brisa acaricia mi cara, pero el viento en complot con los oídos penetran y taladran la cabeza.
Las piernas siguen, no se cansan, quieren llegar. Las ruedas giran, a una velocidad constante. 
Avanzando sigue el pedaleo y comienza el dilema; las piernas fatigadas me piden que frene, el corazón quiere seguir a toda costa, y la cabeza, la cabeza se encarga de mediar.

A veces el frenar es batallante, pero enseguida el deseo de llegar gana.


Pasando el puente Santa Rosa, un camino hacia la derecha está el álamo Carolina.
Por temor a no llegar bien, entré en el campo “Los pumas”, donde me recibió muy bien Don Cirigliano, quien me hizo conocer el lugar donde Haroldo se quedaba cuando venía a Chacabuco y la famosa cocina Carelli donde calentaba la pava para el mate. 


"Él era primo de mi papá un día Pancho le dijo, tengo un nieto que está con problemas, porque no te lo llevas al campo, y bueno era Haroldo Conti. 
Yo le hablo de la década del 70, todas las personas de las que yo le hablo están muertas. Él estaba 6 días acá, se iba a Buenos Aires unos días y volvía. Sabía venir en el tren cuando corría. 
A Haroldo le gustaba mucho este lugar, el decía que acá tenía mucha tranquilidad, caminaba, se iba, volvía, escribía y borraba. Debajo del mantel vas a encontrar la mesa quemada por los cigarrillos de Haroldo. Él se llevaba muy bien con mi madre, aunque a veces tenían diferencias políticas, nunca discutían siempre conversaban. 
Pero eran muy compinches, charlaban mucho allá debajo de las plantas.
A él le gustaban mucho las cañadas. Era muy agradable, muy conversador, íbamos a Warnes que había varios bares. Y a él le gustaba mucho recopilar datos. 
A la tardecita él se sentaba ahí y escuchaba el tronar de los pájaros. 

La verdad no se porque se inspiró en el álamo Carolina, el caminaba mucho con mi viejo. Si usted se para debajo del árbol y está en silencio parece que las hojas hablaran. Mi vieja tenía todo guardado, cartas, libros escritos sin terminar, borradores. 
Y le escribió un cuento a ella “Mi madre andaba en la luz”. 
Luego yo me fui a trabajar a una estancia lejos y ahí me escribió mi madre cuando lo secuestraron y no supimos más nada. Pobre vieja la pasó muy mal. "
Fueron las palabras de Don Cirigliano. 


Con las fotos en mi cámara y las palabras bien guardadas habiendo colmado mis expectativas, envuelta en mariposas blancas, seguí viaje y finalmente llegué a Bragado.













martes, 10 de mayo de 2016

Fuir sobre el aire. (Editado por editorial Dunken, en un concurso de cuentos)

  Un día de mayo salgo a caminar. Doy un paso... y siento el crujido de las hojas secas, el sol me sigue en cada tramo que avanzo haciendo mi trayecto más cálido. Mi camino no tiene destino. Giro mi cabeza hacia la derecha y encuentro un árbol que llama mi atención, es como si me invitara a sentar. Acepto su insinuación y me acerco. Me paro frente a él, recorro todo su largo con una mirada cómplice haciendo un leve movimiento con mi cabeza de abajo hacia arriba, me estremezco y me convenzo. Utilizo su tronco rústico de respaldo y me siento con los pies aplastando el césped. 
   Miro hacia abajo y me encuentro con mi sombra en su mayor quietud. Y de pronto, me viene el recuerdo de que cuando era niña y pasaba por una plaza, al ver un columpio mis pies se desorbitaban, corrían hacia él con ansias de por un momento volar. Subía como podía. Los pies no llegaban al piso, pero empezaba a hacer un movimiento de caderas en coordinación con los brazos y las piernas para lograr el movimiento, y así arrancaba, cada vez más fuerte, cada vez más alto. A medida que aumentaba la velocidad y el aire me acariciaba cada vez más fuerte, la adrenalina se encargaba de generar un cosquilleo por todo mi cuerpo, la sonrisa me invadía completamente viendo cómo fluía mi sombra libre en el pasto verde de la plaza. 
   Hoy me encuentro sentada y quieta mirando esa misma sombra que volaba y se deslizaba por el aire de alegría cuando era niña. Esa misma sombra que hoy desea al menos por un momento dejar de tener los pies en la tierra y volar. 
   Volar tan alto hasta alcanzar mi sueño, eso que nos extirpan en el momento del nacimiento. Dejándonos en claro que en la vida uno tiene que hacer lo que le toca tratando de subsistir. Y que cuando encuentra algo que le permite tener una vida cómoda, por más que no sea feliz, lo tiene que tomar y dejárselo para siempre. Esperando que la vida pase. 
   Y pienso que si dejo como cuando era niña que mis pies tomen el control por sobre mi cabeza y solo estén impulsados por el deseo, sin dejar de estar en movimiento, voy a alcanzar ese anhelo, podré dejar atrás los mandatos sociales y las leyes impuestas por esta cultura para ir en busca de un sueño de algo que me haga pasar la mejor vida posible, ya que es la única o al menos de la única que tenemos registro de existencia en este momento.
    Vuelvo a mirar hacia el frente y el sol se está escondiendo. Entiendo que era lo que me quería transmitir el árbol, vuelvo a mirar al piso y mi sombra ya no está. Creo que se fue en busca de eso.