martes, 31 de mayo de 2016

Un instante

   Doy vuelta para el lado derecho y luego para el izquierdo. Estiro una pierna y la cama está fría. Mis ojos cerrados, pero mis pensamientos insomnes.
En este instante;

          …estoy sin poder dormir como otras personas, pero quizás por distintos motivos. También debe haber algunas en pleno sueño.

Seguro hay gente llorando, riendo y otros anestesiados.
Algunos llenos de miedo. Y quienes están tranquilos
Hay  parejas durmiendo en la misma cama, pero a un abismo. Y otras a kilómetros de distancia durmiendo juntos. Algunos están haciendo el amor y otros masturbándose. También quienes están preocupados por su frigidez y otros tantos estallando de risa tras gritar un orgasmo.
 Algunos estarán de fiesta. Otros en velorios.
Personas que elijen trabajar de noche. Porque no les queda otra o para no dormir en esa cama.
En este mismo instante también puede haber parejas conversando para llegar a un acuerdo, otras callando para no acordar.
Gente comiendo, otros vomitando. Unos durmiendo en la calle. Otros en sus camas tapados.
Están los que viven livianos, flotando. Y los que se encuentran aplastados en la tierra de tanto peso.
Algunos en el hospital. Otros rezando.
Personas gritando, otras escuchando y algunas sordas.
Los que postergan y los ansiosos. Los que mienten y los que se la creen.
Están los que liberan de más y los que tragan. Los que viven proyectando y los que cumplen todo a la perfección.
En este instante unos pueden estar bailando y otros postrados.
Están quienes se envuelven en la excusa esperando que Dios provea. Y los que no creen en dios y hacen lo imposible.
Los que lucran con las miserias de los demás.  Algunos esperan algo que nunca va a llegar.
Los perseverantes y los que dejan todo en las manos de Dios.
Están los que viven para no morir.  Los que viven por vivir. Y también  los que disfrutan porque saben que se van a morir.
Algunos cumpliendo años y otros en la cuenta regresiva.
En este instante hay personas suicidándose y están las que le tienen miedo a la muerte.
 Los que se acuestan en el rio y se dejan fluir. Y los que van en contra de la corriente.
Hombres y mujeres hipócritas que dicen lo que no hacen, para aliviarse a través de las palabras.
Seres golpeadores y seres sumisos.
Los que buscan la felicidad, los que no la quieren y los que creen que la encontraron.
Existen individuos que no se dan cuenta de nada, y están los que se avivan por demás.
Hay personas enroscadas entre pensamientos, otras contracturadas y las fóbicas.
Están los libres y los que temen.
Los que se entregan al amor, y los que el amor los entrega.
Algunos se regocijan en el deja vu de lo que va a venir, a otros les da pánico.
Individuos reprimidos, otros excéntricos.
En este instante;
Algunos se están casando otros divorciando. Algunos se están conociendo y otros se conocen cada vez menos. Están los que creen conocerse y los que se encuentran con un conocido desconocido.
Hay gente que se entiende con una mirada y están los ciegos.
Los que se tocan y se olvidan de todo. Y los que se dejan de tocar para olvidarse. Seres que perdieron el tacto y los que nunca lo tuvieron.
Los que disfrutan y los culposos.
Personas que se olvidan para sanar. Y las que no se enferman porque se olvidan.
Hay locos, hay cuerdos hay enamorados
Están los negadores por excelencia para no sufrir, los realistas, los optimistas y los pesimistas.
Hay personas dándose un beso y otras escupiéndose.
Los que hacen y deshacen. Y los que por orgullo padecen.
Hay víctimas de la prostitución,  están los que escuchan voces, los que roban y los que no se enteran de nada.
Los niños niños y los niños adultos
Todos bajo la misma luna.
En el mismo planeta.
Iluminados por el mismo sol.
Todos esclavos de nuestra historia, historias cruzadas que no se tocan pero algunas están enredadas.
Todo en el mismo instante…
      
               ... y así de relativo es el tiempo.


Puedo pasar por una situación durante muchos instantes. O en un instante por varias situaciones…



jueves, 19 de mayo de 2016

Fortuna

Para el jardinero es mala hierba;
crece silvestre, en lugares no deseados.
Sus raíces débiles aferradas a la tierra, titubean libertad.
Su semilla germina como la luz, desparramándose con el viento, sin prejuicios ni tabúes.
Su tallo erecto lo mantiene vivo. Canal de digestión.
No necesita agua ni amor.
Moldeable a la adaptación divina,
se adecua a cualquier estación.
Infinitos aparecen en mi camino con sus tres folíolos, esperanza, fe y amor.
Unos pocos mutantes tienen 4, al que se le suma la suerte.
Particularidad frente a tanta igualdad.
Este es el del buen augurio, sobre todo si se encuentra al azar.
El trébol, mi talismán.
Sus hojas danzan en armonía con la luna, que flotando maneja las mareas.
Esperanza etérea.
Espolvoreado con esmeralda dorada
Difícil de encontrar,

pero la pérdida es fugaz en la multitud homogénea.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Un lugar dónde el tiempo pasa más lento…

Don Santos Turra, vivía en Purranque (Chile), cuando allá por 1899 decide salir en busca de tierra para establecerse.
Una búsqueda que terminó en el valle de “El Manso”, con su esposa doña Victoria Gallardo y un hijo José Santos.
“Vinimos sin nada, estuvimos solos en el valle durante 10 años”
En 1900 tanto Argentina como Chile, se encontraban en un proceso de consolidación de los estados nacionales y buscaban ampliar el territorio. Una disputa que logró resolverse en los pactos de mayo de 1902.
Don Santos Turra, creía y deseaba encontrarse en territorio chileno, pero más tarde de su establecimiento en “El Manso”, se enteró que se había establecido del lado argentino.
Se dedicaban especialmente a la agricultura, la cría de animales y al trabajo con madera a pequeña escala.
Las mujeres principalmente a la huerta. Y muchas veces los hombres se iban a trabajar al Bolsón o a Cholila y volvían al valle con animales.
 “En 1905, una de esas veces que Don Santos Turra se fue en busca de trabajo, se desató un incendio en El León (Chile), que rápidamente llegó a “El Manso”. Victoria Gallardo,  con 3 hijos dos nenes y una nena de 6 meses estaban allí. Llevaron toda su ropa y colchones a un arroyo de 5 metros de profundidad. Victoria tomó un banco y un balde y se fue con los niños a una plantación de papas. Mojaba los cueros en el balde y mantenía húmedo a los niños para que no se quemaran. Palos prendidos fuego pasaban por encima de ellos. Cuando los niños se quejaron de hambre, intentó agarrar papas, y el carbón junto con la desilusión se filtró entre los dedos de Doña Victoria. Comenzó una tormenta que terminó con el incendio, cuando fueron en búsqueda de sus colchones el arroyo estaba seco, y quedaban los vestigios de aquella ropa.  El milagro fue qué los 4 se salvaron, su madre quedó con algunas quemaduras, y posteriormente la niña de 6 meses fue sordo muda, que puede haber sido consecuencia del humo que respiraron.
En este incendio, la familia perdió todo. Hicieron una choza de madera quemada y piedras, para refugiarse esperando la vuelta de Don Santos que estaba en los Repollos trabajando, cuando llega al Valle cabizbajo espera encontrar a su familia sin vida. Por fortuna no fue así.”

En 1912 hubo otro incendio, no fue tan fuerte, y con la experiencia vivida, los Turra salvaron su casa.

En 1917 nace Audolia, que hoy con 98 años, está en el Manso para relatar la historia de su padre (el pionero del lugar).
Audolia, con una Carelli de fondo, me relató el incendio vivido por su familia y me cuenta que…
…”Toda su familia es longeva. Su abuela vivió hasta los 107 años. Su secreto es comer sano y trabajar.
Trabajó desde los 7 años, pero era casi un juego.
-Nos poníamos las arvejas en los bolsillos y salíamos al campo. Todo lo que comíamos era propio, hasta la harina hacíamos.  Solo comprábamos arroz, azúcar y sal.  
-No es como ahora, que toman cosas para no tener hijos, antes era lo que la naturaleza te daba. (Por eso teníamos muchos hijos, dice entre risas)
Y para dar a luz se ayudaban entre las mujeres del valle.
-Yo tuve la primer Carelli de El Manso en el 55, cruzamos el río en bote y luego con maderas debajo de la cocina y los bueyes la trajimos a casa. Antes de eso se cocinaba todo en el fogón."
Otra Carelli que da que hablar.
Y me cuenta que, para salir del lugar, debían cruzar el río Manso. Pasaron de tener solo caballos con carros, a cruzar el río en bote, que luego una crecida se lo llevó. Más adelante se modernizaron con una roldana que posteriormente se reemplazó con una pasarela, también víctima de una crecida del río.
Hoy hay una pasarela, que se puede cruzar, en moto, bici, o caminando.
Se movían a caballo con cargueros. Para proveerse de mercadería viajaban a Bariloche (60km) y el viaje podía durar entre 4 o 5 días.
Hoy en día siguen viviendo de la agricultura y animales, las mujeres se siguen dedicando a la huerta y para proveerse de mercadería viajan a Bariloche o el Bolsón. Un lugar donde el tiempo avanzó lentamente.
En 1936 lo declaran Parque Nacional Nahuel Huapi. La familia de Santos Turra quedó en el lugar, ya que se habían establecido anteriormente.  Ya no permiten pobladores nuevos y los controles son estrictos.
Ubicación:
Valle del río Manso
Al suroeste de la provincia de Río Negro. Entre Bariloche y el Bolsón


Este valle recorre en territorio argentino los últimos 40 km del río Manso cuyo cauce desemboca en el océano pacífico atravesando la Cordillera de los Andes. 
Río Manso

El valle de El Manso

Trabajo realizados tiempo atrás
Juntada de avena 2016 (el tiempo pasó lento)

Juntada de avena (aproximadamente 40 años atrás)
                                   

Campo de Audolia

Arvejas de la huerta

Arvejas de la huerta

Atardecer Río Manso

Audolia, la Carelli y yo....
Carro utilizado anteriormente




Viajando a través de Haroldo Conti

Los enigmáticos caminos de tierra, hace algún tiempo llamaron mi atención. 
Curiosidad por sumergirme en los interminables tramos polvorientos.
A los costados; yuyos, árboles, cañas, lejos de la prolijidad de la soja. También, quintas, campos, ranchos, silos.
Rodando comencé a recorrer, pulverizada por la tierra suelta. Esquivando pozos. 
Atravesé la intransitable ruta 7 y penetré la sombra del camino, llegando a Membrillar. 

Derecho sobre la Avenida Miguel Máximo Gil y atravesando el tiro federal, llegué a la curva de Coliqueo.
Viajando a mi infancia tomé la calle Buenos Aires al fondo y llegué a la Cañada de los Peludos. 
Di la vuelta de Fancio y algún que otro recorrido, atravesando molinos, campos con historias. Viejas historias. 
Siempre me llamó la atención el camino ancho a Bragado, de a poco me fui amigando. 

Un día tomé la avenida Colón, pasé la madreselva (“…esa infinita tristeza que se enrosca por dentro como una madreselva y en días así, justo, asoma sus floridas puntas por las orejas y la nariz y los ojos…” H. Conti) y llegué hasta el camino. 
Frené y lo observé, un camino bañado en tierra, con huellas de antaño con miles de historias atravesadas. 
Te vas a dar cuenta, porque vas a cruzar un camino ancho, me decían por ahí.
Otro día volví a animarme, ya sabía que atravesando la madreselva los mismos perros, me iban a correr ladrando mis talones que lograban la máxima velocidad. 

Hice un tramo y ya era suficiente por el día. Pero en mi cabeza seguía rodando la curiosidad por aquel camino, que fue asfaltado varias veces, pero el asfalto nunca llegó. 
Y otro día un poco más, llegue hasta un puente (no el del río Salado), un río más chico, el río de los peludos…y de ahí no avancé más.
La idea de ir a Bragado en bicicleta giró en mi cabeza bastante. 

El camino ancho a Bragado enseguida me hizo viajar hacia Haroldo Conti, escritor oriundo de Chacabuco, que vivió mucho de su infancia y relata en sus cuentos acerca de ese mismo camino.


“…cierro los ojos y veo ese largo camino polvoriento del verano que se extiende hasta el horizonte como un río seco bajo el sol. Es el camino de tierra entre Chacabuco y Bragado, ese mismo, semejante a una áspera corteza de árbol viejo con tantos y tantos surcos…” H. Conti.

Viajé con Haroldo, a través de la “Balada del álamo carolina”, y “Las 12 a Bragado”. Enseguida me surgió la curiosidad por saber si el árbol, ese árbol viejo como decía Haroldo, seguía dando sombra.
Pregunté si el árbol seguía ahí y la sorpresa fue que la respuesta fue positiva, sólo me quedaba juntar coraje y llegar, para poder tomar una foto. 

Y la otra sorpresa es que mi abuela tuvo la misma curiosidad, con la diferencia que con su destreza fue a plasmarlo en un lienzo.
Revuelta en emociones, sigo entrenando, para “las doce a Bragado”. No la carrera, solo llegar., p
asar por el álamo carolina y poder tomar una foto.


Curiosa por Haroldo, me encuentro en un reportaje con dichos como;


“La vida es una especie de borrador, que uno nunca termina de pasarlo en limpio”


“He preferido un viaje, o mandarme a mudar o una aventura, al dinero o a tantos otros beneficios”


“Uno es historia, ¿Qué hay para adelante? Caminos…


Y llegó el día, la bicicleta está cargada y lista para partir a Bragado. 
Doy el primer pedaleo y la cabeza va más rápido, mi cuerpo lleno de emociones. 
Tomo las pocas calles de asfalto que puedo recorrer, y comienza la tierra. Otra vez polvo. Otra vez pozos. 
Pedaleo, pienso, observo. 
Pasa un vehículo, me envuelve en una nube de tierra, los ojos lloran, respiro tierra y la garganta se seca, queda rasposa.
Mientras las ruedas escupen piedras, la bicicleta sigue avanzando al compás de los pájaros. 

Las vacas haraganas, me clavan la mirada. Esa mirada que de noche, se convierte en luciérnagas estáticas.
El sol me persigue, marcando el camino, pero los árboles atrevidos se meten delante de él, plasmando su silueta granulada entre la tierra, haciendo el camino menos caluroso.
Una suave brisa acaricia mi cara, pero el viento en complot con los oídos penetran y taladran la cabeza.
Las piernas siguen, no se cansan, quieren llegar. Las ruedas giran, a una velocidad constante. 
Avanzando sigue el pedaleo y comienza el dilema; las piernas fatigadas me piden que frene, el corazón quiere seguir a toda costa, y la cabeza, la cabeza se encarga de mediar.

A veces el frenar es batallante, pero enseguida el deseo de llegar gana.


Pasando el puente Santa Rosa, un camino hacia la derecha está el álamo Carolina.
Por temor a no llegar bien, entré en el campo “Los pumas”, donde me recibió muy bien Don Cirigliano, quien me hizo conocer el lugar donde Haroldo se quedaba cuando venía a Chacabuco y la famosa cocina Carelli donde calentaba la pava para el mate. 


"Él era primo de mi papá un día Pancho le dijo, tengo un nieto que está con problemas, porque no te lo llevas al campo, y bueno era Haroldo Conti. 
Yo le hablo de la década del 70, todas las personas de las que yo le hablo están muertas. Él estaba 6 días acá, se iba a Buenos Aires unos días y volvía. Sabía venir en el tren cuando corría. 
A Haroldo le gustaba mucho este lugar, el decía que acá tenía mucha tranquilidad, caminaba, se iba, volvía, escribía y borraba. Debajo del mantel vas a encontrar la mesa quemada por los cigarrillos de Haroldo. Él se llevaba muy bien con mi madre, aunque a veces tenían diferencias políticas, nunca discutían siempre conversaban. 
Pero eran muy compinches, charlaban mucho allá debajo de las plantas.
A él le gustaban mucho las cañadas. Era muy agradable, muy conversador, íbamos a Warnes que había varios bares. Y a él le gustaba mucho recopilar datos. 
A la tardecita él se sentaba ahí y escuchaba el tronar de los pájaros. 

La verdad no se porque se inspiró en el álamo Carolina, el caminaba mucho con mi viejo. Si usted se para debajo del árbol y está en silencio parece que las hojas hablaran. Mi vieja tenía todo guardado, cartas, libros escritos sin terminar, borradores. 
Y le escribió un cuento a ella “Mi madre andaba en la luz”. 
Luego yo me fui a trabajar a una estancia lejos y ahí me escribió mi madre cuando lo secuestraron y no supimos más nada. Pobre vieja la pasó muy mal. "
Fueron las palabras de Don Cirigliano. 


Con las fotos en mi cámara y las palabras bien guardadas habiendo colmado mis expectativas, envuelta en mariposas blancas, seguí viaje y finalmente llegué a Bragado.













martes, 10 de mayo de 2016

Fuir sobre el aire. (Editado por editorial Dunken, en un concurso de cuentos)

  Un día de mayo salgo a caminar. Doy un paso... y siento el crujido de las hojas secas, el sol me sigue en cada tramo que avanzo haciendo mi trayecto más cálido. Mi camino no tiene destino. Giro mi cabeza hacia la derecha y encuentro un árbol que llama mi atención, es como si me invitara a sentar. Acepto su insinuación y me acerco. Me paro frente a él, recorro todo su largo con una mirada cómplice haciendo un leve movimiento con mi cabeza de abajo hacia arriba, me estremezco y me convenzo. Utilizo su tronco rústico de respaldo y me siento con los pies aplastando el césped. 
   Miro hacia abajo y me encuentro con mi sombra en su mayor quietud. Y de pronto, me viene el recuerdo de que cuando era niña y pasaba por una plaza, al ver un columpio mis pies se desorbitaban, corrían hacia él con ansias de por un momento volar. Subía como podía. Los pies no llegaban al piso, pero empezaba a hacer un movimiento de caderas en coordinación con los brazos y las piernas para lograr el movimiento, y así arrancaba, cada vez más fuerte, cada vez más alto. A medida que aumentaba la velocidad y el aire me acariciaba cada vez más fuerte, la adrenalina se encargaba de generar un cosquilleo por todo mi cuerpo, la sonrisa me invadía completamente viendo cómo fluía mi sombra libre en el pasto verde de la plaza. 
   Hoy me encuentro sentada y quieta mirando esa misma sombra que volaba y se deslizaba por el aire de alegría cuando era niña. Esa misma sombra que hoy desea al menos por un momento dejar de tener los pies en la tierra y volar. 
   Volar tan alto hasta alcanzar mi sueño, eso que nos extirpan en el momento del nacimiento. Dejándonos en claro que en la vida uno tiene que hacer lo que le toca tratando de subsistir. Y que cuando encuentra algo que le permite tener una vida cómoda, por más que no sea feliz, lo tiene que tomar y dejárselo para siempre. Esperando que la vida pase. 
   Y pienso que si dejo como cuando era niña que mis pies tomen el control por sobre mi cabeza y solo estén impulsados por el deseo, sin dejar de estar en movimiento, voy a alcanzar ese anhelo, podré dejar atrás los mandatos sociales y las leyes impuestas por esta cultura para ir en busca de un sueño de algo que me haga pasar la mejor vida posible, ya que es la única o al menos de la única que tenemos registro de existencia en este momento.
    Vuelvo a mirar hacia el frente y el sol se está escondiendo. Entiendo que era lo que me quería transmitir el árbol, vuelvo a mirar al piso y mi sombra ya no está. Creo que se fue en busca de eso.

martes, 3 de mayo de 2016

Amores cohibidos

Vibraba suave el aroma áspero de la habitación.    
Los dos acostados, cada cual en su cama y ambas miradas clavadas en el techo.
Mis ojos abiertos, deambulando por el cuarto entre pensamientos. El ambiente invadido por un avasallante silencio, sólo el susurro de nuestras respiraciones marcaba la existencia.
Y no nos animábamos.
Centellas de luz se asomaron por la ventana, siguiendo las grietas del suelo, reflejo de la luna que cuelga del universo.
Mis ojos seguían las fisuras de la madera del techo y los pensamientos intactos.
El insomnio levantó con cautela mi mano derecha, que doblada la ubico detrás de mi cabeza.
Estábamos ahí, el aire cada vez más frío y ninguno se animaba.
Mi cabeza me interrogaba, varias dudas volaron de mis pensamientos, ¿Qué es lo que está pasando? o acaso no pasa nada?
Sus suaves movimientos hicieron crujir la cama. La esperanza de que aún esté despierto plagó mi cabeza.
Pero su respiración era cada vez más fuerte.
El deseo de pasarme de cama no me dejaba dormir. Sólo quería por un instante que nuestras siluetas dormidas dancen, hasta brillar de placer.
Mi cuerpo aumentaba su temperatura, y cuando chocaba con el frío de la atmósfera, las gotas de dolor acariciaban mi piel desnuda, deslizándose.
Mis ojos desvelados daban vueltas por toda la habitación, empapados en rocío.
Seguíamos sin animarnos.
Las respiraciones en conjunto cantaban al compás del deseo, llegando a la melodía del sueño.
Una melodía que se fue apagando, hasta que no sonó más.
Y así nos hundimos en la soledad. Esa noche. Mi cuerpo transpirado. La habitación fría. La música se apagó.

Y no me animé.






lunes, 2 de mayo de 2016

Vida

Siempre va un paso adelante, flameando al ras del deseo, acariciando el reflejo del dolor.
Se acerca, nos provoca para que la atrapemos y luego se aleja. Y así nos entretiene.
Cuando logramos atraparla, con vehemencia nos aferramos, alucinando seguridad.
La ilusión de tenerla entre las manos, nos da certeza y nos hundimos enteramente en el alivio.
…y se escurre entre los dedos, esculpiendo cicatrices, conectándonos con la realidad.
Renace la sensación de desamparo inexorable del ser humano.
Y así sucede LA VIDA, va y viene, se acerca y se aleja.
 Pero siempre adelante, alimentándonos de perseverancia, siendo, una interminable espera.

viernes, 22 de abril de 2016

Día de la Tierra


Mi techo negro perdido en el sinfín de las estrellas.
Luna estática colgada del universo.
Mi piso la tierra. Pies descalzos hundidos en ella.
Montañas imponentes, camufladas entre nubes. Tiniebla que cubre la cumbre para apaciguar su imponencia.
Música natural, sabores húmedos arrancados de la tierra.
Aroma cálido que penetra mis sentidos. Flores entre mantos de colores.
El río decidido adaptándose a la vida para encontrar su caudal. Si modificamos su naturaleza toma represalias.
Interacción continua.
Tierra fuente divina, nos alimenta, nos protege, nos hidrata, nos acaricia. Viento dulce que roza mi piel desnuda.
Honrar la Tierra, germinador de la vida.

domingo, 31 de enero de 2016

Bloqueo

Una opresión en mi pecho hacía que la respiración se entrecorte y el estomago se tensione. Era algo que me inquietaba, pero cuando intentaba decirlo, solo se venían nauseas. Menos lo decía y más apática me ponía. Era más fuerte que yo, estaba muda pero gritaba al mismo tiempo. El aislamiento empezó a predominar en mí, no podía hacer otra cosa, era asfixia. Añoraba a aquellos libres de palabras, que las hacían fluir con un ritmo melódico. Yo no podía y me fastidiaba. Suplicaba poder desnudarme frente a quienes lo necesitaba, pero estaba emponchada. Era una batalla conmigo misma y al final siempre terminaba derrotada.


jueves, 28 de enero de 2016

Soledad

Ciclotimia de lo que va a venir
Palabras calladas
Susurros indecisos
Preguntas boomerang

Muralla tibia
Caricias invisibles
Decisión unánime
Miedo potenciado

Alegría disipada
Momentos pensantes
Certezas volátiles
Dedicación exclusiva

Aromas de libre controversia
Cantos al azar
Neblina viscosa
Hambre de más

Mi tiempo patrimonio divino, soledad toma mis alas y ve a volar

miércoles, 27 de enero de 2016

Sediento

Aires de sed. El condor andino plasma su silueta fugaz
en lo azul del lago. Saciando su apetito de agua.
Caricias frías al ras y remonta vuelo.

El lago

Isla de agua sosegada
Cautiva entre las montañas...tus guardianas
Aves andinas silban serenidad al compás del lago que con el viento susurra
Cuenco sonoro de agua
Atmósfera tibia que tapiza tu silueta ondulada y absorbe vapor
Pequeñas partículas húmedas
Escurridizas como el tiempo
Tus raíces débiles se anclan a las rocas
Frágil cristal azul. Tesoro de todos.
Vestigio de glaciar desgarrado por el sol
Fluido innato. El lago.
Sed de flotar.