Me fui... dando pasos tenues, no quería pisar muy fuerte ni
tampoco que pasen desapercibidos. La brisa húmeda empapaba mi cuerpo
desnudo. Con una mano llevaba toda mi ropa, la otra la había usado para cerrar
la puerta. Frené. La brisa se calmó y comencé a vestirme. Seguí caminando, el
destino era incierto, tan incierto como la decisión que había tomado. ¿Hice
bien en irme?
Ya me estaba yendo. Por orgullo, tal vez, no había vuelta
atrás. Sabía que si me iba en mitad de la noche, era la última vez. Pero así lo
hice, puede ser por cobarde o por cómoda, quizás también puede ser por costumbre. Pero lo cierto es que lo hice y ya no
había vuelta atrás. El destino comenzó a ser certero, y llegué a mi casa.
Con extremada cautela coloqué la llave en la cerradura, solo
se escuchaba el chillido de la bisagra. Entré y el aroma de la rutina se me
vino encima. Esta vez sí, los pasos tenían que pasar desapercibidos. Deje toda
mi ropa y me acosté. Al lado tenia a mi marido, sentí tranquilidad y desánimo
al mismo tiempo.
Buena historia. Inquietante final.
ResponderBorrarLa rutina amiga, es un hábito que nos seduce el pensamiento y domina el cuerpo.Y por muy nuevos placeres que sean nunca arriesgamos,allí es es donde
ResponderBorrarNuestra voluntad se somete a la costumbre.
Muy bonita historia y Real por demás.
Graciass !!
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